jueves, 30 de julio de 2020

Los Cristeros del Volcán de Colima, Asalto cristero a la hacienda de los Colomos

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA“SPECTADOR”  LIBRO QUINTO,CAPITULO OCTAVO; (de agosto a  diciembre de 1927“EL ASALTO CRISTERO A LA HACIENDA DE LOS COLOMOS, 23,24/12/27 ”

Así pasó la mañana, en medio de un nutrido tiroteo, sin que la victoria pudiese decidirse por ninguna parte; porque atacar a campo raso y descubierto, para sacar al enemigo de sus fortines, era cosa poco menos que imposible, y más aún el pretender salir ilesos de aquel ataque; pero los cristeros no desistían y seguían peleando con todo arrojo.
Al medio día ya estaban desalojados los agraristas de las primeras y segundas trincheras, y se parapetaron en la misma finca.
  
Sin embargo, los libertadores presionaban con tal energía, que al caer la tarde ya estaban desalojados los agraristas de sus posiciones de la hacienda y se habían visto precisados a parapetarse en la capilla, en donde, además, se habían concentrado sus familias. Desde este momento, todos los fuegos de los cristeros buscaron y batieron aquel objetivo. Los agraristas, rodeados materialmente por los cruzados, se dieron cuenta de que esta vez la cosa iba muy en serio. Pero era gente fogosa y se decidieron a disputarse la victoria.
Quienes más gritos lanzaban eran las mujeres, sobre todo la del jefe agrarista Ignacio Torres, alentando, animando, excitando a los hombres agraristas a luchar fuertemente y a no capitular.
Pero no obstante todo, ellos iban siendo vencidos cada vez más.
A la media noche los agraristas pidieron, no sin las protestas airadas de la mujer de Ignacio Torres, que se terminara el fuego; que estaban dispuestos a entregar las armas, pero que se les permitiera a las familias salir a beber agua, porque se estaban muriendo de sed. Los cristeros, creyendo de buena fe lo pedido por los agraristas, lo concedieron. De esta suerte, vestidos de mujeres, escaparon muchos por el arroyo a donde fingieron ir a tomar agua. Los cristeros sólo tuvieron un herido. En cuanto a los agraristas, unos murieron en la lucha, otros, como se ha dicho, huyeron disfrazados de mujer, amparados en las sombras de la noche. 
El jefe Ignacio Torres, su esposa, que durante el combate se mostró enemiga acérrima del movimiento cristero, y que tomó parte en la defensa disparando su rifle y otros que cayeron prisioneros, fueron sujetados a juicio sumario y pasados por las armas. Se les recogieron doce rifles y abundante cantidad de cartuchos.
De parte de los cristeros, ni siquiera un muerto. El voto al cielo había sido aceptado. Después cumplieron lo prometido.
Es del todo falso lo que un articulista colimense escribía en su periódico en este último lustro, afirmando que al posesionarse los cristeros de la finca de Colomos, las mujeres fueron violadas por los atacantes victoriosos. Ese articulista estuvo mal informado. Como vimos en el capítulo Manuel Facio y sus muchachos del Libro segundo, estos delitos estaban severamente vedados. Manuel, no obstante sus relevantes méritos como guerrillero cristero y el cariño que por valiente y leal le tenía su jefe Dionisio Eduardo Ochoa, a duras penas fue absuelto, gracias a que pudo comprobarse que no había cometido ningún atropello.
En cambio, en tiempos del mismo Dionisio Eduardo, fue pasado por las armas un jefe de grupo por irregularidades graves que había cometido y, más tarde, en Cofradía de Juluapan, fueron fusilados un teniente cristero y su asistente porque allanaron un hogar y se apoderaron de una mujer que fue violada. Este teniente cristero pertenecía al escuadrón del capitán Joaquín Guerrero, el cual intercedió cuanto pudo por él para salvarlo, y lo lloró como se llora la muerte de un buen amigo y hermano. Las leyes eran duras; pero eran leyes que se habían jurado cumplir y que supieron guardarse. 
Continuará
















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