VISLUMBRES
PRELUDIOS DE LA CONQUISTA
Capítulo 1
Abelardo Ahumada
LAS PROFECÍAS O AUGURIOS QUE HABLABAN SOBRE LA DESTRUCCIÓN QUE SE APROXIMABA.
Al iniciar el 1509 de nuestra era, Moctezuma Xocoyotzin gobernaba en México y el viejo cazonci Zuangua hacía lo propio en Michoacán.
En ese tiempo los colimecas (o teco-colimecas) seguían tributando a los mexicas y eran acérrimos enemigos de los michoaques, contra quienes recientemente habían peleado para impedir una segunda invasión de éstos, al tiempo que comenzaban a extender sus dominios en un área que, conforme lo indican algunos esporádicos documentos del siglo XVI, tal vez alcanzó a ser tres veces mayor a la del actual territorio de Colima.
Cuentan las crónicas mexicanas, michoacanas, tlaxcaltecas y texcocanas que en ese mismo año apareció un gran cometa, cuya larga y fosforescente cauda pudo observarse durante varios meses desde Cempoala, en el actual Golfo de México, hasta Colima, ubicada junto al Pacífico. Luminoso fenómeno celeste cuya aparición provocó que, debido al hecho de que todos aquellos pueblos no habían logrado incluir el conocimiento científico entre sus acervos, muchas de aquellas gentes se amedrentaran y lo percibieran como una señal funesta de la que no podían esperarse sino anuncios de graves calamidades. En Tlaxcala, por ejemplo, se dijo:
“Diez años antes que los españoles viniesen a estas tierras, hubo una señal que se tuvo por mala abusión, agüero y extraño prodigio, y fue que apareció [durante muchas noches] una columna muy flamígera... de mucha claridad y resplandor... que parecía que polvoreaba centellas, de tal manera que la claridad que de ellas salía hacía tan gran resplandor, que parecía la aurora de la mañana... Y cuando está abusión y prodigio se veía, hacían los naturales grandes extremos de dolor, dando grandes gritos, voces y alaridos en señal de espanto”.
Un relato similar aparece en primer capítulo del “Libro XII”, de la gigantesca recopilación de datos que hizo fray Bernardino de Sahagún, y que mucho tiempo después de su muerte se publicaría con el título de “Historia general de las cosas de la Nueva España”. Texto con el que coincide el Capítulo I del “Códice Florentino”. No siendo por menos que Fray Diego Durán, basado en varios códices que dice haber tenido en sus manos, añade el nombre de un individuo y menciona que una noche, un “generoso mancebo” del templo de Hutizilopochtli, llamado “Tzocoztli... se levantó... acaso hacia la media noche, a [resolver] cosas necesarias del cuerpo, y mirando al cielo vido en la parte del oriente una cometa poderosa, que echaba de sí un largo resplandor el cual (nótese el siguiente verbo) amenazaba derechamente en estas partes”.
Refiere asimismo que Tzocoztli comunicó el descubrimiento a Moctezuma, que éste se atemorizó y consultó al respecto al sabio “rey” de Texcoco, Nezahualpilli, quien, aparte de explicarle que ésta ya era una “señal vieja en el cielo”, implicaba un pronóstico nefasto para ambos reinos. Anunciándole que en éstos se habrían de ver y padecer “cosas espantosas y de admiración grande”; que se presentarían en sus “tierras y señoríos grandes calamidades y desventuras”; que no quedaría gran cosa; que habría “muertes innumerables” y que, a consecuencia de todo ello, habrían de “perderse en todos nuestros señoríos”.
Por lo que a los enemigos de los colimecas concierne, “La Relación de Michoacán” refiere que “al ver esas [señales] en el cielo” las gentes de aquel tiempo “pensaban que sus dioses habían de conquistar o destruir algún pueblo... Y miraba esta gente mucho en sueños. Decían que sus dioses se les aparecían en sueños y hacían todo lo que soñaban y hacíanlo saber al sacerdote mayor y aquél se lo hacía saber al cazonci”.
En Colima, aun cuando no hay o no se conoce ningún testimonio local acerca de todos esos acontecimientos, es posible suponer que los hechos deben de haber sucedido de manera muy parecida a como se presentaron en los ya citados casos de Nezahualpilli, Moctezuma, y Zuangua, “rey” o “cazonci” de Michoacán. Esto es, que él / o los caciques de Colima trataron de tener alguna inteligibilidad al respecto; que mandaron llamar a los ancianos más sabios y experimentados de la región, y que las explicaciones que éstos le (o les) dieron no pueden haber sido tampoco muy diferentes, ni más claras que las que los sacerdotes de Xarátanga y Curicaveri dieron a su vez al monarca michoacano, o que las que sus ineficaces augures y adivinos le ofrecieron a Moctezuma. Mismo que, furioso, lanzó imprecaciones sobre ellos, diciendo que: “Estos traidores fingieron ser astrólogos y adivinos y encantadores, y traíanos a todos engañados y embaucados con sus falsedades y mentiras”.
Y era tal la desazón que les provocaba la vista de aquel gigantesco comenta, que al no hallar una respuesta lógica en todos los nahuales y tlacatecólots, asimismo les reclamó: “Es vuestro oficio ser embaucadores y engañadores y fingiros hombres científicos y que sabéis las cosas por venir, engañándolos a todos y diciendo que sabéis todo lo que pasa en el mundo... Os llamáis los hijos de la noche, y todo es mentira y fingido”.
Pero como quiera que todo ello haya ocurrido, y en base a las descripciones que hemos citado, bien puede creerse que, no siendo demasiado distintos los colimecas de sus vecinos y contemporáneos, la aparición de dicho meteoro tuvo que haber provocado graves trastornos en el ánimo de los sencillos aldeanos y que, así como aún hoy los pueblos tienen referentes temporales como el de “el año del ciclón”, “el día del temblor”, o cosas parecidas, el recuerdo del gran cometa quedó fijo, por muchos años en la mente de quienes lo vieron.
Si a lo anterior se agrega el dato de que por ese mismo tiempo ocurrieron en México, Michoacán, Texcoco y Tlaxcala otros fenómenos que se consideraron fuera de lo normal y cuya noticia se expandió “inmensamente abultada” por la imaginación de quienes la difundían, es comprensible que, como dice don Eduardo Ruiz, en su libro “Michoacán, Paisajes, Tradiciones y Leyendas”, aun la atmósfera pareciera “estar impregnada de genios invisibles que sembraban el terror y el espanto”.
Si, por otra parte, el mismísimo Moctezuma, quien tenía la fama de tener un “brío endemoniado” y un “ánimo invencible”, sintió tan gran temor ante esa serie de incomprensibles eventos, que quiso irse a esconder en una cueva; si Zuangua, viejo y aguerrido rey de Michoacán, tembló también ante lo insólito de las noticias que le llegaban, el trastorno que las gentes sencillas de todos estos pueblos experimentaron debió de ser ciertamente igual o mayor.
PERO LLEGÓ EL OLVIDO.
Como los meses siguieron, sin embargo, su transcurrir normal y no se llegó a ver en lo inmediato nada que aparentemente tuviese relación con el cometa o con los demás augurios que se habían presentado, poco a poco el polvo del olvido fue cubriendo el recuerdo del acontecimiento en estos pueblos y, tanto tlaxcaltecas, tenochcas, texcocanos, michoaques como colimecas siguieron realizando sus actividades cotidianas.
Así, durante los ocho años posteriores, los pueblos sujetos al gran tlatoani de Colima continuaron viviendo como les era normal, pero mostrándose cada vez más renuentes para pagar a los recaudadores colimecas la tercera parte se lo que adquirían o producían.
En este contexto, pese a las antiguas enemistades que tenían con los michoacanos y a la lejanía con México-Tenochtitlan, no era raro ver en los pueblos y aldeas del pequeño “reino” (o “señorío”) de Coliman, a comerciantes o “pochtecas” provenientes de una y otra partes; quienes, de conformidad con los usos de la época, además de sus mercancías, solían traer y llevar consigo información y noticias de los pueblos por donde pasaban. Información y noticias que a partir del año Doce-Casa (correspondiente a 1517) cada vez más tuvieron que ver con la presunta llegada de los dioses anunciados... Misma que algunos augurios más antiguos aún habían advertido que ocurriría antes del año Trece-Conejo, el cual comenzó a correr el día 12 de febrero de 1518 y terminó el día 11 de febrero de 1519, conforme a las correspondencias que hay entre el Calendario Azteca y el Calendario Gregoriano-Cristiano que hasta la fecha nos rige.
El registro de los “augurios” que varios tlacuilos llevaron tan puntualmente en sus escritos tiene, bien vistas las cosas, algo de desconcertante, porque no es común que tantos autores de diferentes lugares coincidan en algo. Y el hecho de que los astrólogos (o los adivinos) de todos esos pueblos, y Nezahualpilli en particular, hayan previsto algunos de los horrores que padecerían sus dominios, no puede ser observado sin experimentar un cierto grado admiración al respecto.
Sobre ese punto en concreto, algunos códices mexicas precisan que fue el año Doce-Casa (1517) cuando “los españoles fueron vistos [por primera vez] en el agua [del Golfo de México]”, y que fue en el año Ce-Ácatl, o Uno-Caña, al concluir el año Trece-Conejo (en abril de 1519), cuando “los españoles volvieron a surgir… una vez más”. Datos que coinciden perfectamente con lo que las fuentes hispanas afirman, y que va en el sentido de que la primera expedición desde Cuba hacia lo que hoy es México, inició en febrero de 1517, y que los barcos de la tercera, ya con Hernán Cortés al mando, anclaron en las costas de Cuetláxtlan, hoy Veracruz, exactamente el 21 de abril de 1519, por más señas el Jueves Santo.
¿Cómo y mediante qué artes los sacerdotes y los adivinos mesoamericanos llegaron a la conclusión de que sus señoríos” serían destruidos? ¿Fueron meras coincidencias sus suposiciones? ¿Predijeron de verdad lo que sobrevendría? ¿Recibieron en efecto mensajes divinos advirtiéndoselo? – Tenemos algunas respuestas, pero para muchos investigadores esto sigue siendo un misterio.
EL ENIGMÁTICO NEZAHUALPILLI.
Nezahualpilli (o Netzahualpilli) fue uno de los muchos hijos que tuvo Netzahualcóyotl, su padre, y como él fue poeta y gobernante del dominio acolhua, cuya sede estaba en Texcoco.
Se sabe que nació hacia 1464 y que murió en 1515, por lo que sorprende que, habiendo fallecido antes de que se tuviera la primera noticia de la llegada de los “nuevos hombres” a las costas de lo que hoy son los estados de Tabasco y Veracruz, haya tenido la capacidad para “anunciar” el advenimiento de los conquistadores y la destrucción de los pueblos que Moctezuma y él gobernaban.
En uno de los capítulos de su Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme, escrita en la séptima década del siglo XVI, y basada en “una investigación exhaustiva en fuentes orales, códices y testimonios diversos”, fray Diego Durán, ilustre dominico al que se le atribuyen otras dos obras relacionadas con la mitología y la religión de aquellos pueblos, dice que, en efecto, no sólo los mexicas, sino la mayor parte de los indígenas que habitaban en la Nueva España, tenían entre sus creencias, la idea de que había unos hombres que tenían diferentes poderes, entre los que estaba el de saber anticipadamente las cosas, como los “tlacatecólots”, u “hombres de la noche”. Mientras que fray Bernardino de Sahagún, franciscano, comentaba que los doce ancianos de Tlatelolco a los que le tocó entrevistar, decían que había “hombres muy sabios”, a los que en plural se referían como “tlamatinime”, y en singular como “tlamatini”.
Al comentar sobre ese tema el dominico explica que, de conformidad con lo que a él mismo le tocó ver y oír cuando ya supo hablar y entender el náhuatl, Nezahualpilli, “rey” de Texcoco, “estaba en opinión de ser nigromántico y hechicero”. Lo que equivale a decir que era uno de los más grandes adivinos y capaz de influir (para bien o para mal) en otros. Cualidades que, ante los ojos de sus paisanos y contemporáneos le daban la aureola de ser, asimismo, un respetado y admirado “tlamatini”.
Sólo que, dejando traslucir su formación de fraile, Durán afirmaba que la capacidad o el poder que se le atribuía (o reconocía) a Nezahualpilli, no derivaba de ser un sabio estudioso, sino porque “tenía sus prácticas y alianzas con el demonio (sic), el cual le declaraba muchas cosas futuras y por venir, las cuales él sacaba por conjeturas”.
Pero ¿tenía Nezahualpilli ese supuesto pacto con Satanás? ¿Era un poderoso “tlacatecólotl” o sólo un notable “tlamatini”?
Todo eso lo sabremos en el siguiente capítulo.
A Nezahualpilli, “rey” de Texcoco, muerto en 1515, se le atribuye haber profetizado frente a Moctezuma, sobre la llegada de los hombres blancos.
Varios códices mexicas, y el particular el “Códice Florentino” dicen que este gigantesco cometa, que se vio casi todas las noches de 1509, “anunciaba grandes calamidades” para los pueblos que vivían en los alrededores del lago de Texcoco.
Y no deja de ser notable el hecho de que en una de las láminas de “La Relación de Michoacán”, aparezcan también los purépechas asustadísimos por la aparición de ese mismo cometa.
En el mes de marzo de 1517, algunos pobladores de las costas de Cuetláxtlan (actual Veracruz) vieron las primeras naos españolas y le fueron a informar a Moctezuma.
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