jueves, 28 de febrero de 2013

Los Cristeros del Volcán de Colima, Primeras rachas de Violencia


LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
“LA HORA DOLOROSA” LAS PRIMERAS RACHAS DE LA BORRASCA
Extracto y más información en http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/colima/1_2.html

Era la segunda mitad del año de 1925; la campana de los tiempos tocaba en México a persecución y martirio. Plutarco Elías Calles -Nuevo Nerón- estaba ya en el poder, ilegalmente, contra la voluntad de la Nación, pues mano oculta lo había elevado y lo sostenía: las sectas masónicas y judías del mundo estaban a su lado y el poder material más poderoso de la tierra: la Casa Blanca le brindaba su protección.
El perseguidor -Plutarco Elias Calles- había ya fracasado en su proyecto de separar a México de la unidad católica, no obstante que, parroquia por parroquia, se había hecho propaganda cismática, ofreciendo abundante recompensa y lucrativos sueldos a aquellos sacerdotes que, desconociendo la Autoridad del Romano Pontífice, se adhiriesen a la nueva iglesia que él quería fundar; mas contra todas las necias esperanzas de los enemigos, la empresa falló completamente. Era pues preciso que el perseguidor recurriese a otro medio: a la cruel, sanguinaria y abierta persecución contra la Iglesia, con el fin de destruirla. Ya el cielo mexicano estaba cubierto de nubes negras y todo anunciaba una fuerte, tremenda y larga tempestad.
Siguiendo las consignas de la masonería, no sólo nacional sino internacional, la Iglesia de Cristo en México habría de ser estrangulada y destruida. Para eso se le sujetaría, primero, como esclava al gobierno impío del Régimen de la Revolución y se le ultrajaría y pervertiría, y no faltaron malos mexicanos que secundaron estas consignas.
Los tiempos eran pésimos y, si de las filas de los creyentes, por una parte, a la hora de la borrasca, surgieron los paladines de la libertad, los héroes y los confesores de Cristo, por la otra hubo muchas deserciones: muchos por la conveniencia, por conservar el empleo, por la ventaja material, se aliaron con los perversos y aun apostataron de su fe.
Fue tan tremendo aquel huracán de odio contra Cristo y su Iglesia, que aun varones tenidos por hombres de fe ilustrada y fuerte, fueron derribados vilmente. Aun los Cedros del Líbano -como dice la Escritura-, esto es, aquellos que por su cultura y su anterior actuación cristiana, eran tenidos por inconmovibles, supieron, en aquellos días de negra tormenta, lo que es caer en el despeñadero, en la sima horrenda en donde no brilla la luz de Cristo y hierven las pasiones y el odio al cielo. Y así en Colima, aliados a la masonería e instrumentos de ella, se destacaron no sólo el gobernador que estaba al frente de la campaña impía, sino los miembros de la Legislatura Local, empleados y multitud de secuaces, que se convirtieron en enemigos de la Iglesia. A muchos, años más tarde, perdonó Dios y los condujo de nuevo a El.
La suerte estaba echada por parte de los malos: Aplastar a Cristo, así como Voltaire había dado la consigna al principiar estos movimientos de revoluciones anticristianas, allá, desde las filas de la masonería francesa.
Empezaron las violencias y atropellos, ya aquí, ya allá: los sacerdotes extranjeros fueron expulsados de la Nación, los colegios católicos clausurados y aun los niños de los asilos y orfanatorios católicos fueron arrojados a la calle. En muchos seminarios los alumnos eran golpeados y puestos en prisión; hospitales y demás casas de beneficencia, obispados y curatos, seminarios y cuanto edificio suponían los perseguidores que fuese propiedad eclesiástica, era inmediatamente confiscado: éstos eran sólo los preludios de la reglamentación que se meditaba para esclavizar a la Iglesia....................... CONTINUARÁ.


























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