viernes, 15 de mayo de 2015

Dorotea la de la Zapotera del Río de San Juan


En el pueblo se decía que aquella mujer de escaso pelo, alta, flaca, encorvada, desdentada, llena de rugosidades que pareciese una piel de elefante ya vetusto, nariz arqueada y prominente, quien siempre sujetaba en sus resecos labios un cigarrillo de olor penetrante y que sólo retiraba para expulsar de sus contaminados pulmones una abundante flema amarillenta, tenía pactos con el diablo o ser una bruja de cuentos de hadas. 
Dorotea era su nombre y al caminar por las calles del pueblo se hacía acompañar de multitud de perros hambrientos y llenos de pulgas. 
Vivía en las márgenes del río San Juan, predio conocido como La Zapotera, propiedad de don Nicho Robles y quien le permitió construyera su humilde vivienda sin pago alguno.
Sus recursos eran muy limitados, sólo los que su hijo José adquiría por su trabajo como becerrero en la ordeña de Don Agustín, en donde se inició a trabajar desde muy pequeño. 
Las compras diarias de Dorotea eran veinte centavos de café molido, un diez de azúcar y cigarros corrientes con sus respectivos cerillos, sólo aceptaba la dádiva de un recipiente con leche que diariamente le proporcionaban en la casa de Don Arturo y algún alimento preparado en el domicilio de Don Salvador. 
Su aspecto físico y manera andrajosa en su vestir originaba que los niños del pueblo sintieran pavor al encontrarla y en ciertas ocasiones era motivo para que en coro le gritaran: “Dorotea, Dorotea, flaca, pelona y fea”, insultos a los que hacía caso omiso y cuando alguno de sus atacantes era reconocido recurría con sus padres exponiendo su queja y solicitándoles inculcaran en ellos el respeto a sus semejantes, ya que ella no tenía la culpa que Diosito la hubiera dado ese físico.
Tras de ese horripilante cuerpo humano se escondía un corazón noble y lleno de bondad, los menores que sin temor a ella se acercaban siempre eran motivo de una maternal caricia o el regalo de frutas existentes en el predio en donde vivía y que transportaba en un viejo y deshecho canasto de carrizo, cubierto por su harapiento y sucio rebozo “chanito”, además de traer en su interior algunas piedras para defenderse de sus atacantes y que nunca llegó a utilizar.











¿Deseas bajar a tu computadora esta edición completa?
Dale clic a la siguiente imagen y sigue las instrucciones

Aquí puede bajar también la edición de esta fecha, 
solo dele click a cualquier imagen siguiente:



No hay comentarios:

Publicar un comentario