LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo Noveno La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre),
Nuevo Combate en Comala del Ejercito Libertador; sigue CUANDO LOS CALLISTAS. Viene de la edición # 540
Nuevo Combate en Comala del Ejercito Libertador; sigue CUANDO LOS CALLISTAS. Viene de la edición # 540
COMBATE CERRADO.
Cuando los callistas, no obstante, su prudencia, llegaron a una distancia de unos treinta metros, al grito de guerra de ¡Viva Cristo Rey!, los libertadores los recibieron con descargas cerradas. Pronto reaccionó el enemigo y contestó con energía, generalizándose el combate.
Unos y otros deseaban llegar al triunfo, con la circunstancia de que los gobiernistas estaban demostrando una muy buena puntería, por lo que los cristeros necesitaban hacer actos de arrojo para buscar el blanco que pudieran dar los enemigos. Había transcurrido media hora de rudo batallar, cuando el coronel Víctor García, que recorría a caballo la línea de fuego, cayó sin vida atravesado por tres balas de ametralladora.
El combate seguía reñido. La ametralladora que los callistas habían emplazado en una pequeña elevación del terreno, traqueteaba con trágica insistencia, haciendo más imponente el fragor de la lucha.
Hubo un momento en que el enemigo presionó con más energía sobre el extremo derecho de los libertadores. El capitán J. Inés Castellanos que defendía aquel punto, pidió al coronel Verduzco Bejarano que le mandara refuerzo y se pudo frenar así el empuje del enemigo; mas al ir a reforzar aquel sitio, murió el soldado cristero Secundino Rolón, que era uno de aquellos primeros libertadores de Caucentla del tiempo del primer jefe Dionisio Eduardo Ochoa.
A las dos horas de estar combatiendo se presentó en el lugar del combate el teniente coronel J. Jesús Mejía, de la gente del general Salazar, con un grupo de soldados, por el lado de la ranchería de Las Paredes y principió a atacar al enemigo por aquel flanco. Sin embargo, los callistas no cejaban; se les veía en la manera de combatir el propósito de quedarse con la victoria.
Viendo el coronel Verduzco Bejarano que las cosas iban alargándose, tomó una resolución desesperada y brincando el lienzo de piedra gritó:
¡Adelante, muchachos, quede lo que quede! y se arrojaron sobre el enemigo, que los esperó a pie firme, trabándose el combate casi cuerpo a cuerpo.
Y en la furia de aquella lucha, en medio del estruendo de la fusilería, era tal el humo de las armas que envolvía a los combatientes -cristeros y callistas- que arrastrándose por entre las piedras luchaban a diez y aún a cinco o seis metros de distancia, los unos de los otros, cada uno procurando ganar terreno y hacer retroceder al adversario, que había momentos en que casi no podían verse. Polvo y humo formaban una nube densa que casi los cegaba.
Mientras se desarrollaba este furioso combate de soldado a soldado, sin dar ni pedir cuartel, y el enemigo iba perdiendo terreno, un grupo de cristeros tomaron como objetivo adueñarse de la ametralladora, y unas veces corriendo y otras arrastrándose, se aproximaban a ella buscando. terminar con los que la atendían. Cuando ya creían apoderarse de ella, un soldado enemigo la lazó sacándola del peligro, como decían ellos, a pezuña de caballo.
Entre tanto, la furia del combate no cedía, pues a pesar de que los callistas se habían visto obligados a pasar el arroyo, se habían hecho fuertes al otro lado, en un último esfuerzo por retardar la victoria cristera. Mas los libertadores, con empuje incontenible, los desalojaron de esta postrer defensa, dándose los callistas a la fuga. Desde este momento, los cristeros fueron persiguiéndolos hasta las cercanías de Comala, logrando hacer prisioneros, en esta última etapa del combate, a dos cornetas enemigos.
Terminado el combate, que duró tres horas, los cristeros recogieron como botín: veinticuatro mulas de la recua, cincuenta y seis caballos del ejército, más de cuarenta rifles con bastante parque y dos clarines. Las bajas del enemigo fueron más de ochenta entre muertos, heridos y prisioneros; pero de los libertadores murieron en este combate, el coronel Víctor García, el capitán 2° Francisco Lizama y los soldados José Rodríguez, Luis Sánchez, Secundino Rolón, Timoteo Mejía (hermano de Jesús), José Facio, José Valencia, Avelino Rodríguez, Macario Rincón y Salvador Aranda.
Continuará edición # 542
EL PÁNICO DE LOS GOBIERNISTAS.
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