LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo Séptimo La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre),
"MUERTE DEL
CORONEL MARCOS TORRES VIRGEN”
su vida ejemplar, alcazara de los enemigos por su muerte.
Viene de la edic # 532 Cap Séptimo.
CORAZÓN GENEROSO, ALMA SANTA.
Cuatro o cinco días después de los hechos que quedan relatados, el coronel libertador Marcos Torres regresaba de su gira por el sur del Estado en donde había sido tan duramente batido.
Acampó, como generalmente lo hacía, a inmediaciones de la ciudad de Colima, en donde había determinado estar tan sólo dos o tres días, para pasar luego a la región del oriente y visitar los grupos de El Naranjo y Vallecito, si el Señor se lo permitía; mas Dios marcaba el fin de sus trabajos, cosa que él claramente presentía.
Centenares de veces Marcos había repetido de rodillas a su Dios:
“No quiero pelear ni vivir, ni morir, sino sólo por tu Santa Iglesia y por Ti ... quiero recibir la muerte ... Acompaña en su agonía a este pecador ... Concédeme que mi primer cántico en el cielo sea ¡Viva Cristo Rey!
Y tenía la certidumbre de que esta plegaria había sido escuchada y esperaba la muerte de un momento a otro; por esto procuraba vivir siempre preparado.
Tal vez fue éste uno de los jefes cristeros más piadosos; no sólo era de muy cristiana conducta y seguía con sus soldados las piadosas costumbres que desde el principio del movimiento se habían introducido por su iniciador y primer jefe Dionisio Eduardo Ochoa, sino que continuó Marcos, en su vida tan variada de cristero, casi la misma norma que en su pasada vida de Colegio.
Se consideraba tan seminarista, cuando traía su rifle en la mano y su crucifijo en el pecho, como antes cuando se dedicaba al estudio. Y esto era un estímulo para no cambiar de norma.
Ya fuera a caballo en las largas marchas, ya tras de su trinchera o bajo los árboles del lugar en que acampaban, dedicaba casi siempre el tiempo necesario para la oración mental y el examen de conciencia.
LA INSIDIA HIPÓCRITA
Llegó la mañana del 14 de agosto, vigilia de la Asunción de la Santísima Virgen. En Santa Bárbara, hacienda que está a seis o siete kilómetros de Colima, se le había prometido a Marcos una ayuda de cien o doscientos pesos para el movimiento cristero. Ese mismo día tenía intención de subir hasta el cuartel general del Volcán, para oír la Santa Misa al día siguiente, en unión de sus soldados, recibir la Sagrada Comunión y luego iniciar una gira que tenía en proyecto, hasta la sierra del Tigre y aún más allá, porque tenía en su corazón el deseo de llegar hasta El Cocoyul, un día de camino después de El Tigre, donde en aquellos días moraba el anciano Obispo de la Diócesis, el Excmo. Señor Velasco, quien el 30 de agosto celebraría sus Bodas de Plata Episcopales.
En esa gira, con el fin de ver al venerable Prelado, iría, además, el Padre Ochoa, Capellán de los cristeros de Colima.
Casi al romperse la luz primera de la mañana fue por el dinero prometido, a fin de que le quedase libre e íntegro el día para caminar. Al presentarse en la hacienda el joven coronel, se le dijo que se cumpliría la promesa; pero que hiciese el favor de volver un poco más tarde y solo, porque no querían que se dieran cuenta de aquella ayuda todos sus cristeros.
Marcos, joven valiente y sencillo, midiendo como siempre el corazón ajeno por el suyo, volvió una o dos horas más tarde.
Sus cristeros quedaron a alguna distancia y él siguió, acompañado únicamente, de José Plascencia, asistente suyo, aún más joven que él.
Al llegar a aquella casa de campo, se invitó a Marcos para que pasara, y afuera quedó José, esperando.
Invitase entonces al coronel cristero a que firmase un recibo como testimonio de que se le había entregado el dinero, y mientras lo firmaba contra una pared, aparecieron los gendarmes callistas de Villa de Álvarez y, sin darle tiempo para que se defendiese, lo acribillaron a balazos y murió inmediatamente.
Otro tanto sucedía afuera con José el asistente.
Continuará edición # 534
INNOBLE TRIUNFO.
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