domingo, 30 de abril de 2023

Los Cristeros del Volcán de Colima Niños Martires y sus torturas morales y físicas

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo Sexto La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre), NIÑOS MÁRTIRES
“MANUEL HERNÁNDEZ Y FCO SANTILLAN, BENEDICTO ROMERO”  
De la edición # 531 Libro 7 Cap Sexto y termina.

TORTURAS MORALES Y MATERIALES

La noche de ese día 25 fue noche de continuo martirio. Aisladamente, separada la una de la otra, se las condujo, en medio de la oscuridad de la noche, a los patios interiores; se las abofeteó, azotó, injurió y atemorizó de mil maneras, para obligarlas a confesar lo que los dos jóvenes mártires no habían declarado y se habían llevado como secreto santo al sepulcro; mas aquellas vírgenes fueron amparadas por la Providencia de Dios y nada pudieron los perseguidores contra ellas.
Entonces se las amenazó con ahorcarlas, se puso la soga al cuello de Candelaria, y como ella prefiriese primero la muerte antes que ser infiel a la Causa de Cristo, la víctima, en medio de aquellos inhumanos carniceros, fue suspendida en el aire. 
Pero el intento de los enemigos no era matarla, sino darle suplicio. Se la bajó, mas ya ella estaba sin sentido. Helada y pálida y en apariencia muerta, quedó tendida en el suelo en medio de las tinieblas de esa noche espantosa. Para volverla en sí, la golpearon los soldados fuertemente con sus puños, y aun hubo necesidad de arrojarle sobre pecho y cara, agua en abundancia. Después de largo rato, se consiguió hacerla reaccionar y respirar de nuevo; pero su laringe, según dijo después el médico de la tropa, quedó muy lastimada, y no pudo hablar por mucho tiempo.
A contemplar aquel cuadro de su compañera moribunda que yacía en el suelo, entre el estiércol de los caballos, fue llevada María Ortega, a quien también dio el Señor fuerza del cielo, virtud sobrehumana para no flaquear, y no se atemorizó. Se le puso la soga al cuello y se la colgó, como se había hecho con Candelaria. Cuando volvió en sí, se encontró tirada en el suelo, rodeada de sus horribles verdugos que luchaban por hacerla vivir de nuevo para más hacerla sufrir. 
La tomaron dos soldados, porque ella no podía permanecer de pie, y la condujeron en peso a la caballeriza, en donde quedó, en medio de la oscuridad, tendida sobre las inmundicias.
Al día siguiente reanudaron el suplicio: se dijo a las dos que iban a ser fusiladas y se les formó el cuadro. Las víctimas fueron obligadas a ponerse en pie para recibir la descarga. 
El general empezó a dictar las órdenes; se movieron los cerrojos de los máuseres que quedaron en el tiro, luego se levantaron las armas ...; pero la fortaleza de aquellas mujeres no fue vencida, ni quebrantada su constancia. 
No se abrió su boca, a pesar de la insistencia diabólica de los verdugos, para denunciar a nadie, para revelar ningún secreto de lo que ellas, con tanta veneración, llamaban la Santa Causa.
Entonces, después de descargar sobre ellas un torrente de injurias, vencidos los callistas, las dejaron abandonadas en su prisión.
Así pasaron los días, durante algunos de los cuales estuvieron privadas de alimento, hasta que el 16 de agosto, veintidós días después, fueron desterradas a Monterrey, N. L., con ellas fueron llevados otros prisioneros, víctimas también de la persecución religiosa: J. Jesús Guzmán, Gabriel Castell, Juan Vázquez, con un hermano, Higinio Gómez y Manuela Curiel, con su hija Rita López, Leonides Borjas, M. Guadalupe Gutiérrez y Piedad Gómez.
SIGUE EDICIÓN # 533 DEL 150423
















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