sábado, 15 de abril de 2023

Los Cristeros del Volcán de Colima, MUERTE GLORIOSA DE NIÑOS MARTIRES

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo Sexto La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre), NIÑOS MÁRTIRES
“MANUEL HERNÁNDEZ Y FCO SANTILLAN, BENEDICTO ROMERO”  Viene de la edición # 531Cap Séptimo.


MUERTE GLORIOSA
Cuando Manuel vio que se acercaba el momento, como en arrebato santo de un místico en éxtasis, levantó sus ojos al cielo y los clavó en la inmensidad de la altura; luego paseó su mirada por los circunstantes que aumentaban a momentos, como buscando a los amigos que allí estuviesen.

Cuando vio que llegaba el instante supremo, gritó:
- ¡Viva Cristo Rey!  - ¡Y Santa María de Guadalupe! -contestó Francisco.
Con la última sílaba de su grito, coincidió la descarga que los derribó al suelo. Francisquillo murió inmediatamente.
Manuel cayó vivo, con sus grandes ojos abiertos, sin decir nada, estremeciéndose en su dolor. Por los impactos que quedaron en el muro, parece que únicamente recibió dos balazos, uno en la parte derecha del pecho y el otro en el abdomen. Fue preciso que el capitán callista Álvarez le diese hasta por tres veces el tiro de gracia, para que pudiese expirar.
De su cabeza hecha pedazos por las balas corrió la sangre en arroyo al pie de las canteras de la banqueta. En los momentos de su angustiosa muerte, Candelaria Borjas, por instinto de cristiana piedad, sin pedir permiso ninguno, se abalanzó sobre los caídos para acomodar la cabeza despedazada del Mártir que aún conservaba algo de vida. La sangre de él bañó sus manos y salpicó su vestido. Cogió el sombrero que había quedado tirado a un lado del cuerpo y lo puso sobre él.
Empeñados los verdugos en hacer ostentaciones del crimen, dejaron en ese mismo lugar los cadáveres de los niños mártires, hasta el medio día, bajo los ardientes rayos de aquel sol de julio que de lleno los bañaba.
Varias veces se tomaron fotografías de los mártires, en inspiración bendita de los mismos verdugos que perpetuó, para el pueblo creyente, aquellas imágenes queridas.
Cuando los soldados callistas recogieron los cadáveres para que fuesen sepultados, las señoritas prisioneras, que allí continuaban de pie, haciendo guardia forzada pero altamente honrosa a los despojos venerables de las víctimas, fueron de nuevo conducidas al cuartel, y entonces principió para María Ortega y Candelaria Borjas, lo más tremendo de sus sufrimientos.

Continuará edición # 532
TORTURAS MORALES Y MATERIALES.
 

















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