viernes, 30 de diciembre de 2022

Los Cristeros del Volcán de Colilma ASESINATO PÚBLICO DE NIÑOS MARTIRES

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo Sexto 
La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre) 

NIÑOS MARTIRES “MANUEL HERNANDEZ Y FCO SANTILLAN, BENEDICTO ROMERO”  
Viene de la edición # 522 Inicia Cap Sexto. 

ASESINATO PUBLICO

 ¿QUIÉN ERA EL MUERTO DE LA CAMILLA?
Los jóvenes que allí ofrendaron su vida, eran Manuel Hernández y Francisco Santillán. El primero, muchacho seminarista; Francisquillo, el segundo, un chico que había sido acólito del templo de San José, de esta ciudad de Colima. Ninguno de ellos era soldado cristero en su sentido propio, esto es, hombre que hubiese andado, rifle en mano, peleando en los combates. El cadáver de la camilla sí era de un cristero, de un soldado verdadero, del Ejército Cristero, originario del pueblo de San Jerónimo, Col., valiente y esforzado, cuyo nombre había sido Benedicto Romero. También había sido seminarista; pero era de mayor edad. Debía de haber contado a su muerte, unos veinte o veintiún años de edad.

BENEDICTO ROMERO

Fue siempre, desde su ingreso al seminario, en octubre de 1913, juicioso y formal en todas partes. A las bromas de sus compañeros, sólo contestaba, por lo general, con alguna ligera y apacible sonrisa; su porte, humilde; su carácter, amable.
Muchacho de piedad sincera y bien sentida, no se dejaba vencer por el respeto humano.
Cuando se iniciaban las primeras rachas de la tormenta impía de la persecución religiosa, como él hubiese oído que ante todo y sobre todo se necesitaba el recurso de la oración y también de la penitencia para desagraviar al Señor por los pecados propios y por los pecados ajenos, Benedicto se dio más a su vida interior ascética. De esta suerte, muchas veces lo sorprendieron sus compañeros con una áspera jarcia a la cintura a manera de cilicio.
Fue muchacho de la A.C.J.M. y supo ser, en su seno, ferviente luchador, en el campo cívico, en pro de la libertad religiosa. Y cuando los medios estrictamente cívicos y legales tuvieron que trocarse en lucha armada, Benedicto fue decidido y valiente guerrillero, mereciendo, en el Ejército Cristero, el grado de teniente.

MANUEL HERNANDEZ

Excelente, entre todos los seminaristas de aquel entonces.
Dos jóvenes habían descollado especialmente en su tiempo, por su amor a Cristo, al ideal de servirlo, espíritu de sacrificio, aplicación en el estudio, afán de apostolado: Tomás de la Mora, que había sido muerto mártir el 27 de agosto del año anterior, 1927, once meses hacía, y Manuel Hernández.
Los distinguía, sin embargo, su carácter: Tomás había sido alegre, festivo siempre, juguetón, bromista; Manuel, por lo contrario, era serio, callado, no amante de muchas bromas y juegos, apacible.
Manuel era originario del pueblo de Santa María, Jal. Lo trajo al Seminario de Colima en 1923, en unión de otros dos jovencitos, el Padre don Gumersindo Sedano, que a esas fechas había muerto ya, cruelmente martirizado, en Ciudad Guzmán, Jal. Cuando Manuel llegó a Colima para ser seminarista, debía haber tenido 11 años de edad.
El Padre Sedano al matricular al chico, hizo al 'que esto escribe, que fue su maestro, esta recomendación:
Manuel es muchachito muy bueno. Yo conozco bien su alma. Se lo recomiendo.
En realidad, así era. Desde muy niño le había caracterizado una devoción muy grande a la Santísima Virgen María, a quien, estando aún en su pueblo natal, bajo la dirección del Sacerdote Mártir que le llevó al Seminario, había consagrado su cuerpo y su alma con votos privados, temporales, de perfecta castidad, votos que, ya adolescente, hasta el final de su vida, renovó periódicamente sin interrupción.
Continuará 
Manuel Hernández en capitulo 6°













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