jueves, 29 de agosto de 2019

Los Cristeros del Volcán de Colima, Fiestas en Campamentos

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

“SPÈCTADOR”  LIBRO QUINTO, CAPITULO CUARTO;  (de agosto a diciembre de 1927)  “FIESTAS EN CAMPAMENTOS CEDILLOS Y POTRERILLOS”

Hubo fiestas religiosas -decíamos- en estas visitas, sobresaliendo las que se tuvieron en el Cedillo, campamento de los libertadores que comandaba el capitán Plutarco Ramírez, y en Potrerillos, lugar donde se dieron cita los del coronel Andrés Salazar.
La antevíspera del primer viernes de octubre llegó al Cedillo el Gral. Dionisio Eduardo Ochoa, acompañado de su escolta y con el Padre capellán, su hermano. Habíase reunido de antemano todos los cristeros que operaban por aquel lugar. Se improvisó una ermita, y, al día siguiente, Jesús Sacramentado, después de la Santa Misa, quedó en el pequeño tabernáculo para recibir las adoraciones de sus soldados. El Rey vivo, el Jefe verdadero de aquellos Macabeos, no podía faltar en ocasión de aquella revista militar. El paraje estaba cubierto por un bosque espeso donde apenas entraba algún rayo aislado de sol; los mirlos y jilgueros formaban hermoso concierto en las frondas de los árboles. El altar, dentro de la ermita, estaba adornado con flores silvestres y, en derredor del Sagrario, lucían varias pequeñas lámparas en vasos de colores. 
De rodillas, en grupos de quince o veinte, se estuvieron turnando los cruzados para desagraviar y bendecir al Rey Divino, quien no quedó un momento solo, ni de día ni de noche, y a todas horas y en todo momento, hasta el amanecer del viernes, no dejaron de resonar en la montaña los cánticos religiosos de aquellos fervientes adoradores. En la Misa de ese primer viernes, todos los cristeros allí presentes recibieron la Sagrada Comunión, que les llenó de dulcísima fortaleza.

LA FIESTA EN EL CAMPAMENTO DE POTRERILLOS

La fiesta en la ranchería de Potrerillos, fue hermosa por la cantidad de cristeros que recibieron a Jesucristo, ya que el núcleo del coronel Salazar era uno de los más numerosos. 
También estuvo el Divinísimo Sacramento todo el día y la noche en el pequeño tabernáculo, y en ningún instante le faltaron adoradores. La Santa Misa fue a campo descubierto: se fabricó un pequeño techo con ramas y hojas para resguardarse del sol, y allí, adornado con flores, estuvo el altar del Sacrificio. 
Los libertadores, cuyo número casi llegaba a doscientos cincuenta, estaban en riguroso orden y recibieron la Santa Comunión por grupos que uniformemente llegaban y se retiraban. El himno al Sagrado Corazón de Jesús resonó insistentemente aquella mañana, elevado al cielo de lo íntimo del alma y entonado así con todo. el fuego de aquellos corazones varoniles: Corazón Santo, Tú reinarás. México tuyo Siempre será..... Continuará



















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