viernes, 28 de junio de 2019

Los Cristeros del Volcán de Colima, Brigadas femeninas de colima

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Viene de la edición anterior

“SPÈCTADOR”  LIBRO QUINTO, CAPITULO TERCERO;  (de agosto a diciembre de 1927)  “FLORECEN Y SE MULTIPLICAN LOS MÁRTIRES”

LAS BRIGADAS FEMENINAS DE COLIMA
Y todos estos trabajos de preparación para organizar un selecto y hermoso grupo de Brigadas Femeninas en Colima, al fin culminaron en un éxito precioso. En Colima abundaba el elemento joven femenino, ardiente, decidido y grande, en toda la acepción de la palabra.
Ya, desde hacía algunos años, así como los muchachos estaban organizados en la A. C. J. M., las jóvenes, sobre todo las de más valer por su cultura y sus ideales, estaban organizadas en círculos de estudios cuya finalidad no era únicamente cultivar la mente, sino ejercitar el apostolado, trabajando y luchando por la causa de Cristo y de la Iglesia. Entre éstas, ocupaban lugar primero y principalísimo las alumnas del antiguo Colegio de la Paz. Era el espíritu del hombre sabio, al par que apóstol de Cristo, el Padre don J. Jesús Ursúa el que latía en ellas.
Era el medio día del cuatro de noviembre, cuando en la ciudad de Colima fueron citadas a casa de la Srita. Francisca Quintero, harto conocida en los círculos católicos, por su religiosidad, criterio iluminado y grandeza de alma, gran número de aquellas jóvenes de la ciudad que ya en meses anteriores, desde que principió la campaña de oración, boycot y luto, se habían destacado por su entusiasmo y resolución, y que ardían en deseos de cooperar en la defensa armada de la causa de Cristo. Allí reunidas ellas, en
número como de cuarenta, se presentaron las Sritas. Sara Flores Arias, jefe de la organización femenina del occidente; María de los Angeles Gutiérrez, jefe del grupo de Colima en la ciudad de Guadalajara, Jal., y Faustina Almeida, jefe también en las brigadas, las cuales habían venido de Guadalajara con el objeto de organizar el elemento femenino colimense. Ya todas presentes, aparecieron, sin nadie esperarlo y causando extrema impresión de sorpresa y alegría, los queridos y populares jefes del movimiento libertador de Colima, Gral. Dionisio Eduardo Ochoa y coronel Antonio C. Vargas, en sus trajes típicos de cristeros, tal como andaban habitualmente en sus campamentos.
Habló Dionisio Eduardo Ochoa a aquellas jóvenes de alma ardiente, con palabra de fuego, aumentando su fervor y su entusiasmo, y, desde luego, quedó establecida en Colima la Brigada Femenina que tantas proezas habría de realizar en su arriesgada cooperación en la lucha por la libertad.
Por lo pronto, quedó formada la brigada base de Colima, con la Srita. Francisca Quintero como jefe y Petrita Rodríguez y María Ortega como sub jefes. Los demás elementos eran, casi en su totalidad, de la mejor sociedad de Colima.
Andando un poco el tiempo, unas cuantas semanas más tarde, los efectivos de las brigadas femeninas colimenses llegaron a formar un batallón, encuadrados en tres compañías, de las cuales dos trabajaban en la ciudad de Colima, con cuatro escuadras cada una, y la tercera, con igual número de escuadras, estaba distribuida en San Jerónimo, Comala, Tecomán y Manzanillo, operando en cada una de estas poblaciones una escuadra.
Cada miembro de la brigada tenía su grado militar y, para iniciarse en ella, se requería un acto, en el cual generalmente había lágrimas de fervor, de entusiasmo, de amor a Cristo y a la Patria. En él se recitaba el juramento propio de los soldados libertadores, de que ya se habló al principio de la segunda parte de esta historia en el cual solemnemente se prometía:Luchar por la noble causa de Cristo y de la Patria, hasta vencer o morir; subordinación a los jefes; fraternidad cristiana con los compañeros; no manchar la Causa Santa que se defendía, con actos indignos y primero se sufría la muerte antes de denunciar... Continuará.






















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