LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMACronica de agosto a diciembre de 1927BATALLA EN COLIMA, EN LA SALIDA AL CORTIJOLA ACCIÓN DE EL CORTIJO
En esos mismos días de la ida del general cristero Dionisio Eduardo Ochoa a la ciudad de Colima, el coronel Antonio C. Vargas, su jefe de Estado Mayor, al frente de una columna militar, integrada casi en su totalidad por los libertadores del capitán cristero Jesús Peregrina, presente también, pernoctó en Lo de Villa, a unos cuatro kilómetros de distancia de Colima. Era la tarde del 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, fecha misma en que, como se ha visto en el capítulo anterior, se encontraba allí, en la ciudad, el general callista Amaro, con grande contingente de sus fuerzas, dispuesto -decía- a acabar con los cristeros.
Supieron los callistas que en las goteras de Colima -en Lo de Villa- estaban los cristeros y salieron en gruesas columnas a batirlos; mas los cristeros no esperaron el ataque en aquel lugar, sino que salieron a encontrarlos hasta medio camino, o sea casi a las orillas de la ciudad y, tras unas cercas de piedra, cerca del rancho El Cortijo, esperaron al enemigo.
Había llegado en tanto la noche y la obscuridad era casi completa, el cielo estaba encapotado, sin luna ni estrellas; sólo entre los árboles brillaban las luces de las casitas de los campesinos y, a lo lejos, cintilaban las lámparas eléctricas de Colima, como visión fantástica.
En estas circunstancias empezases a oír el tropel de los callistas que se acercaba, coreado por el aullar de los perros. Los cruzados, cubiertos con sus gabanes oscuros, tanto para protegerse del frío de la noche, como para no ser vistos, esperaron en sus puestos el choque. Los perseguidores debieron 'presentir el inminente encuentro e iban con precaución y preparados; cuando un grito unánime de ¡Viva Cristo Rey! les sacó de la duda, si acaso la tuvieron.
Al momento empezaron a sonar los clarines callistas dictando órdenes, y se entabló la lucha. Los enemigos atacaban fuertemente; los cristeros rechazaban el ataque con toda valentía. Las balas silbaban por doquiera; los fogonazos rojizos de los disparos aparecían vívidos a centenares y sin interrupción, en medio de los gritos del combate, de los ayes de los moribundos y las maldiciones de los callistas.
Urdieron entonces los atacantes dividirse en dos alas, para coger entre pinzas a los libertadores, atacándolos también por sus espaldas; mas éstos salieron violentamente de sus posiciones, escapando del plan enemigo, y las fuerzas callistas, en medio de la obscuridad, sufriendo una equivocación tremenda, chocaron entre sí. De esta suerte, en largo y encarnizado combate, los soldados perseguidores se despedazaron ellos mismos en horrible confusión.
Murieron en tan trágica noche más de 80 soldados del Callismo, entre ellos varios de los oficiales. Los cadáveres fueron llevados a Colima en camiones, unos sobre otros, como se llevan en carretas, trozos de leña o manojos de paja. De los libertadores hubo un muerto y un herido solamente.
Fin libro 5 Cap 1, CONTINUARÁ
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