LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
SPÈCTADOR....
LIBRO CUARTO, CAPITULO OCTAVO
(Del 27 de abril, a los primeros días del mes de agosto de 1927)Viene de la edición anterior
QUINCE CONTRA QUINIENTOS
Al día siguiente, el enemigo se avistó por lados opuestos; los que por el lado sur iban de Colima y habían sido detenidos por las fuerzas cristeras de Marcelino Ramírez, tomaron el camino del Nevado para trepar por sus faldas y luego descender a Zapotitlán, Jal., por el oriente.
En las faldas occidentales del Nevado se encontraba el jefe libertador Ramón Cruz, quien, como no tenía sino únicamente carabinas de cacería, ya casi sin parque, vivía en aquellas faldas elevadas con el fin de no verse obligado a combatir con el enemigo a cada momento. Pero en aquella mañana el enemigo avanzaría por ahí y había que luchar, puesta la confianza en Dios. Se escogió el lugar a propósito y se esperó el momento oportuno.
Entretanto las filas enemigas, fuertes en cerca de quinientos hombres, subían. Tomaron el fondo de una pequeña barranquilla, cubierta por el espeso bosque, y, haciendo gran algarabía que se escuchaba a distancia, avanzaban sin cuidado. Los libertadores no pasaban de quince y ninguno de ellos contaba con más de ocho cartuchos: ¡Dios proveería!
En silencio, invocando al Señor Dios, que da el triunfo en las batallas según sus designios, seguÍan esperando ... El ruido se acercaba; luego, apareció la columna, a cincuenta metros de distancia. Siguieron esperando, y los soldados callistas avanzando y jactándose en voz alta de todas las iniquidades que habían cometido en Huizome, Jal., el día anterior, y gozando de antemano con lo que esperaban hacer en Zapotitlán, Jal.; pero la Mano de Dios estaba allí, marcando un límite y, cuando ya estuvieron a seis u ocho metros de distancia de los libertadores, resonó de improviso el ¡Viva Cristo Rey! de los cristeros, tan espantoso para los soldados de la persecución, en tanto que una descarga uniforme hacía caer por tierra a más de una docena de soldados callistas.
A continuación, una segunda, y luego una tercera. La fuerza del combate duró breves minutos, y en ellos la sangre de los perseguidores corrió por el suelo, pues fueron más de sesenta los que perecieron.
Cuando los soldados cristeros de Ramón Cruz dispararon el último cartucho, escaparon por entre la espesura del bosque, completamente ilesos.
CONTINUARÁ... LA VICTORIA DE COPALA, JAL.
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