LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO OCTAVO, Capítulo Primero “Cuando se perfilaba el triunfo (1929, enero a abril)
Don Enrique Gorostieta.
Mgnifica Disposición del pueblo católico, Viene de la edición # 548.
EL ARMA TAUMATURGA DE LA ORACIÓN
Todo el pueblo católico no formaba entonces sino un solo frente, un cuerpo, una unidad admirable; todos eran soldados de Cristo y quienes no peleaban en los campos con el rifle en su mano, luchaban en sus hogares por medio de la oración.
A tan no interrumpidas plegarias de los niños, mujeres y ancianos, se debió, sin duda alguna, la constancia, la fortaleza, el valor, el nervio admirable y el éxito en las lides de los guerreros cristianos.
Siempre que a lo lejos se oía el ruido del combate, principalmente en los pequeños poblados donde los sentimientos religiosos son tan puros, se suspendían por lo general, todos los quehaceres de las familias, y mujeres y niños se ponían de rodillas y, delante de alguna imagen, ante la cual se encendía una lámpara, levantando sus brazos o juntando sus manos con angustia, oraban todos con gran devoción, y conforme aumentaba el ruido del combate, más se encendía el sentimiento de piedad y se oraba con mayor fervor.
Así participaban todos de una misma vida; las necesidades de unos eran necesidades de todos, los sentimientos de los luchadores eran comunes a todos; todos participaban del mismo ideal santo y eran vivificados por un mismo espíritu, el Espíritu de Dios.
LEGIÓN DE MÁRTIRES
Esta actitud generosa y jamás vista del pueblo fiel, fue la que dio ocasión a que la sangre corriese, no sólo en los campos de batalla sino en pueblos y ciudades, casi a diario; porque en sus católicos habitantes, hombres, mujeres y niños, era en donde los callistas desahogaban su furor. En la sola ciudad de Colima fueron centenares los católicos fusilados o ahorcados.
La Calzada Galván o de la Piedra Liza, uno de los más hermosos paseos, era ya como las avenidas de los parques de Nerón, puesto que con suma frecuencia se encontraban ahí, si no uno o dos, sí tres, cuatro, cinco o seis católicos campesinos a quienes se ahorcaba por solas sospechas, sin ninguna formación de causa. El número de estas víctimas quedó envuelto en la oscuridad.
¿Cuántas fueron?
¿Quiénes eran?
Nadie puede saberlo con precisión; sus almas están gloriosas en el Cielo y en el último día aparecerá radiante toda la legión de mártires ignotos. Entonces se sabrá su número, su nombre y lo que por Cristo sufrieron.
Continuará
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