sábado, 13 de enero de 2024

Los Cristero del Volcán de Colima el arma taumaturga de la oración

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO OCTAVO, Capítulo Primero “Cuando se perfilaba el triunfo (1929, enero a abril)
Don Enrique Gorostieta. 
Mgnifica Disposición del pueblo católico, Viene de la edición # 548.


EL ARMA TAUMATURGA DE LA ORACIÓN

Todo el pueblo católico no formaba entonces sino un solo frente, un cuerpo, una unidad admirable; todos eran soldados de Cristo y quienes no peleaban en los campos con el rifle en su mano, luchaban en sus hogares por medio de la oración.
A tan no interrumpidas plegarias de los niños, mujeres y ancianos, se debió, sin duda alguna, la constancia, la fortaleza, el valor, el nervio admirable y el éxito en las lides de los guerreros cristianos.

Siempre que a lo lejos se oía el ruido del combate, principalmente en los pequeños poblados donde los sentimientos religiosos son tan puros, se suspendían por lo general, todos los quehaceres de las familias, y mujeres y niños se ponían de rodillas y, delante de alguna imagen, ante la cual se encendía una lámpara, levantando sus brazos o juntando sus manos con angustia, oraban todos con gran devoción, y conforme aumentaba el ruido del combate, más se encendía el sentimiento de piedad y se oraba con mayor fervor. 
Así participaban todos de una misma vida; las necesidades de unos eran necesidades de todos, los sentimientos de los luchadores eran comunes a todos; todos participaban del mismo ideal santo y eran vivificados por un mismo espíritu, el Espíritu de Dios.

LEGIÓN DE MÁRTIRES

Esta actitud generosa y jamás vista del pueblo fiel, fue la que dio ocasión a que la sangre corriese, no sólo en los campos de batalla sino en pueblos y ciudades, casi a diario; porque en sus católicos habitantes, hombres, mujeres y niños, era en donde los callistas desahogaban su furor. En la sola ciudad de Colima fueron centenares los católicos fusilados o ahorcados. 
La Calzada Galván o de la Piedra Liza, uno de los más hermosos paseos, era ya como las avenidas de los parques de Nerón, puesto que con suma frecuencia se encontraban ahí, si no uno o dos, sí tres, cuatro, cinco o seis católicos campesinos a quienes se ahorcaba por solas sospechas, sin ninguna formación de causa. El número de estas víctimas quedó envuelto en la oscuridad. 

¿Cuántas fueron? 
¿Quiénes eran? 
Nadie puede saberlo con precisión; sus almas están gloriosas en el Cielo y en el último día aparecerá radiante toda la legión de mártires ignotos. Entonces se sabrá su número, su nombre y lo que por Cristo sufrieron. 
Continuará 

















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