LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Spectator LIBRO OCTAVO, Capítulo Primero
“Cuando se perfilaba el triunfo (1929, enero a abril), Don Enrique Gorostieta y Mgnifica Disposición del pueblo católico.
Viene de la edición # 546.
8. En materia de dotaciones ejidales, el Gobierno Libertador establecerá comisiones que arreglen convenios entre los ejidatarios y los propietarios y adoptará procedimientos adecuados para que la indemnización que se deba pagar a éstos sea efectiva y justa. Además, se continuará, donde sea necesario y útil para el bien común, la distribución de propiedades rurales; pero en forma justa y equitativa y previa indemnización; de este modo se procurará hacer la propiedad asequible al mayor número posible de individuos.
9. Nuestras fuerzas libertadoras se constituyen en Guardia Nacional. Nombre que asumirán oficialmente en lo sucesivo, y el lema de la Guardia Nacional será Dios, Patria y Libertad.
10. El Jefe Civil del Movimiento Libertador será nombrado por el Comité Directivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, previa consulta del sentir de la Guardia Nacional, y, entretanto, el Jefe Militar reconocerá como Autoridad Suprema a la persona que sea nombrada de común acuerdo entre el Comité Directivo y el Jefe Militar.
11. El Jefe Militar tendrá todas las facultades que sean necesarias en los ramos de Hacienda y Guerra.
12. Este plan no podrá ser modificado, sino de común acuerdo entre el Comité Directivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa y el Jefe Militar.
13. Una vez nombrado por el Comité Directivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa el Jefe Civil, el Militar conservará las facultades que le corresponden y reconocerá en aquél la Autoridad Suprema del Movimiento Libertador.
14. Al tomar la Capital de la República y restablecerse el orden en la Nación, se procederá a la reconstrucción política de la misma, conforme a los preceptos de la Constitución de 1857.
RADIOSOS HORIZONTES
No se necesita comentar la importancia que encerraba este paso. La Defensa Armada exigía, para el perfeccionamiento de la unidad libertadora, la presencia de un militar que fuese el general en jefe de sus huestes, y el mundo necesitaba saber, de un modo más concreto, cuál era el programa del movimiento y la forma en que habría de realizarlo.
Por otra parte, si día a día perfeccionaban sus filas los soldados de Cristo y el entusiasmo no sólo había perseverado, sino que aumentaba siempre entre ellos, también se sostenían en su actitud los buenos católicos que en los pueblos y ciudades permanecían, en medio de mil sufrimientos y peligros, al lado de los luchadores, unidos en un mismo santo ideal, siendo su apoyo y su ayuda.
Había pequeños poblados en donde no se encontraba ni una sola persona que no fuese completamente amiga.
Continuará...
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