jueves, 26 de mayo de 2016

Los Cristeros pertenecían a los grupos de Natividad Aguilar, Andrés Salazar y Telésforo Plascencia

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA
Libro Tercero Capítulo Primero
Viene de la edición anterior
"La gente cristera pertenecía a los Grupos de Natividad Aguilar, Andrés Salazar y Telésforo Plascencia"
No obstante la superioridad de los callistas, en efectivos y armamento, los cristeros, comandados por el propio general Dionisio Eduardo Ochoa, invocando como siempre el nombre de Dios y radiantes de júbilo, corrieron a tomar sus puestos para esperar al enemigo, según la posición que les había sido asignada.
La gente cristera, en esta acción, pertenecía a los grupos de Natividad Aguilar, Andrés Salazar y Telésforo Plascencia. Sumando sus efectivos, unos doscientos cincuenta hombres en total.
El sol entonces, magnífico, empezaba a aparecer allá, en el lejano horizonte, engalanando con sus rayos de oro los Volcanes, con sus rocas y pinares. Los soldados del callismo perseguidor, por el mismo lado oriente, se iban acercando en largas columnas, que casi ocultaba la polvareda que levantaban los caballos. Desde sus fortines contemplaban los cruzados los movimientos del enemigo; pues Caucentla está, respecto del lugar por donde el ejército callista iba avanzando, en una posición más elevada.
Lejos de aterrorizarse, al contemplar las evoluciones del enemigo, los cruzados, dando gritos de entusiasmo y distribuídos en las posiciones que habían de defender según habían sido colocados por el jefe Dionisio Eduardo Ochoa, se preparaban para la lucha. El ambiente era de combate: parecía que soplaban los vientos inflamados del inminente choque. Los caballos lanzaban sus estridentes y característicos relinchos, con que anuncian la proximidad de la cruenta lucha.
A las nueve de la mañana principió el fuego, terrible y nutrido como nunca. El estruendo era espantoso: los clarines enemigos tocaban sin cesar por el frente y el flanco oriente las ametralladoras callistas, dispuestas en los lugares más a propósito, no dejaban de funcionar haciendo un ruido ensordecedor; las descargas de fusilería eran continuas y los gritos de los combatientes apenas podían ser acallados por el formidable estruendo de la batalla. Todo esto anegaba el ánimo de una intensa y viril exaltación. 
Se hubiera podido decir que se estaba percibiendo con todos los sentidos, con toda el alma, la significación de aquel choque, entre dos fuerzas totalmente antagónicas. Pero lo que hacía más impresión, lo que revelaba toda la magnitud íntima, profunda, radical, de aquel antagonismo, eran los gritos de: ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe!, contestados por los roncos aullidós y soeces Vocablos proferidos por los soldados de la tiranía callista y, sobre todo, las horribles blasfemias lanzadas contra Jesucristo y la Santísima Virgen: ¡Viva el Demonio! ¡Viva el Diablo Mayor!, Que mueran Cristo y su Madre, y otras expresiones que no es posible consignar, porque parecía que brotaban de las entrañas del infierno.   CONTINUARÁ .....
























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