DE COMALA PARA LA DIÓCESIS DE COLIMA, DOS DIÁCONOS:
EDUARDO GARCÍA RUÍZ Y ENRIQUE ALEJANDRO RAMÍREZ SOLÍS
El pasado 19 de mayo del presente año nuestra Santa Iglesia Catedral Basílica Menor de Colima se revistió de gran alegría para informar que 3 nuevos ministros van anunciar el Evangelio de la Misericordia y que han recibido la consagración de manos del obispo diocesano Monseñor Marcelino Hernández, siendo testigos los sacerdotes, familiares y la gran asamblea orante.
Hay dos momento muy sensibles en esta celebración: el primero cuando los candidatos a las ordenes sagradas, al escuchar sus nombres, se levantan y dejan ahí a la familia, se encaminan hacia el altar, el recuerdo de las palabras del señor, quien pide una total libertad, incluso de los vínculos familiares. El otro momento es cuando los familiares y algún sacerdote colocan los ornamentos propios de su ministerio. Postrados sobre el piso, los ordenados escuchan el coro que entona las letanías de todos los santos. Este es un momento fuerte y significativo, porque siempre se necesita de los demás en todo el ministerio, del cielo y de la tierra.
El obispo ordenante, después de imponer sus manos sobre la cabeza del ordenado presbítero, invita a los presbíteros ahí presentes que hagan lo mismo. La imposición de las manos se llama “Epíclesis”. (Epíclesis es el nombre que recibe en la celebración de la misa la parte que se dedica a la invocación del Espíritu Santo).
La oración de la consagración es un texto muy antiguo en el que se van recorriendo las etapas de la salvación lo que se refiere al sacerdote del antiguo testamento y del nuevo sacerdocio de cristo.
Dice el obispo conságrate; “Te pedimos, Padre Todo poderoso, que confieras a estos siervos tuyo la dignidad del presbiterado; renueva en sus corazones el espíritu de santidad y reciban de ti el sacerdocio y sean, con su conducta, ejemplo de vida. Sean sinceros colaboradores de la orden episcopal, para que la palabra del evangelio llegue a toda la tierra”
La orden de los diáconos: “Por la imposición de las manos del obispo y la plegaria de ordenación, se les confiere a los candidatos del espíritu para su función diaconal. Estas son las palabras que pertenecen a la naturaleza del sacramento y que por tanto se exigen para la validez del acto:
“ENVÍA SOBRE ELLOS, SEÑOR, EL ESPÍRITU SANTO, PARA QUE FORTALECIDOS CON TU GRACIA DE LOS SIETE DONES, DESEMPEÑEN CON FIDELIDAD EL MINISTERIO”.
Terminados los ritos de la ordenación de los dos diáconos y el presbítero, se continuó con la celebración de la eucaristía.
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