viernes, 27 de octubre de 2023

Los Cristeros del Volcán de Colima Jovencita mártir, muerte gloriosa

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo Décimo, La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre), 

sigue “Jovencita mártir. Pureza del heroísmo. Muerte gloriosa.” 

Viene de la edición # 543

MADRE E HIJA REUNIDAS, FINALMENTE

Después de doce días de atroz martirio en que habían sufrido separadas una de la otra, fueron presentadas al Juzgado de Distrito, en donde por vez primera se vieron madre e hija. De allí fueron de nuevo internadas en la cárcel; mas ya no separadas, sino juntas y en una misma celda.
Entre tanto acaeció la muerte del coronel Marcos V. Torres, hermano de Rosalía. Los gendarmes les llevaron la noticia riendo a carcajadas y llenos de diabólica alegría, mofáronse del dolor de madre e hija.
Así, entre tantas y tan grandes penas, fueron pasando los días. El 23 de noviembre Zenaida cayó enferma de fuerte fiebre contraída ahí mismo con tantos sufrimientos, y no fue posible combatir el mal debidamente con medicamentos, dado que se encontraba en prisión y entre verdaderos verdugos impíos.

LA AGONÍA DEL LIRIO

La noche de su muerte -narra la madre- tuvo un fuerte vómito y empezó a sufrir grande angustia ... En la madrugada, viendo que no sentía ningún alivio ... quise darle algún remedio ... Lo único que tenía era un poco de linaza; pedí un cerillo, y con una escoba vieja que encontré hice un poco de lumbre, la cocí y se la di. Sin embargo, cada vez la veía más grave; entonces, ... no siendo posible que recibiese los Santos Sacramentos, le dije: Vamos rezando, hija, a lo cual ella accedió con gusto.
Rezamos el acto de contrición, la comunión espiritual y la consagración de los vasallos de Cristo Rey, a cuya asociación pertenecía ella desde que fue fundada en Comala, pueblo de su infancia. Le recordé la indulgencia plenaria concedida a los que, en el trance de la muerte, dijesen, con el corazón contrito, la jaculatoria: ¡Viva Cristo Rey!, la cual estuvo repitiendo varias veces con mucha devoción. 
No perdió el conocimiento y continuó tranquila; me dijo que no se acordaba ni sentía remordimiento de ningún pecado grave ... y manifestando tener sueño, se acomodó boca arriba, como que dormía, y, sin ninguna agonía, quedó dormida para ya no despertar más en esta vida. Eran como las tres y media de la mañana del 27 de noviembre.
Desde el amanecer no faltó mucha gente que se abría paso para entrar a verla y llevarle flores.

Continuará siguiente edición
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