sábado, 15 de octubre de 2022

Los Cristeros del Volcán de Colima y la muerte del General Gutiérrez

 LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator LIBRO SÉPTIMO, Capítulo cuarto La primavera del movimiento (1928 -mayo a diciembre), 
"LUCHAR, SUFRIR, Y MORIR POR CRISTO”  

Viene de la edición # 518 termina el libro Séptimo Cap 4°

COMBATE DEL PUERTO DE LOS ENCINOS
Continuamos....,
Amaneció la mañana del día 10; los soldados de Cristo Rey estaban en sus posiciones y el enemigo se preparaba para el ataque. Pronto se avistó aquél y empezó a ascender a través de la arboleda. El primer choque fue en el Puerto de los Encinos, donde unos pocos libertadores formaban una primera avanzada; éstos pronto fueron desalojados y los callistas continuaron avanzando hasta la parte superior, en donde Gutiérrez se había hecho fuerte. Estaban allí, al lado del general, entre otros, el coronel su hermano y el mayor Rafael Alvarado, y el mayor Filiberto Calvario y el capitán Bernardino González, de las fuerzas de Colima.
Cuando las fuerzas enemigas se aproximaban, el general Gutiérrez y sus compañeros se pusieron de pie e invocaron, como siempre lo hacían antes de los combates, el Santo Nombre de Dios y suplicaron la ayuda y protección del Arcángel San Miguel; se hizo el signo de la cruz y se principió a luchar.

MUERTE DEL GENERAL GUTIERREZ

El combate fue crudo. El general con sus compañeros peleaban por el frente; pero el enemigo cargó por el flanco con fuerza y los libertadores fueron desalojados de sus trincheras.
Aunque el general mismo y sus compañeros vieron a tiempo oportuno que el enemigo tomaba el flanco, quisieron resistir hasta lo último, confiando en que podrían fácilmente escapar; pero cuando quisieron hacer la retirada, era ya tarde, y mientras subían la pesada cuesta, una bala atravesó el pecho del ilustre soldado de Cristo.
Al momento le sostuvieron sus compañeros por los brazos, pues sus piernas vacilaron. Cuando el coronel advirtió lo que pasaba y se encontraron las miradas de los dos hermanos, con el rostro iluminado por inmensa dicha sobrenatural, dijo el héroe:
- Mira, hermano, mira lo que Dios me ha dado -y le hacía ver la herida abierta, de la cual manaba un borbollón de sangre que él mismo recibía en sus propias manos y mostraba y contemplaba con satisfacción indecible-.
 
Por fin me concedió el Señor -dijo transportado de celestial consuelo- la gracia de morir por El como tanto se lo había pedido.
Casi en peso, y mientras unos cristeros hacían fuego desde un alto peñón para detener un poco el avance de los callistas, fue conducido el ilustre herido hasta colocarlo detrás de una roca, en donde cayó moribundo; hizo brevemente algunas últimas recomendaciones a su hermano y le entregó algunos documentos que había que mandar a los jefes supremos de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa en México.
Momentos después, mientras él expiraba, los enemigos lograron subir hasta aquel lugar, porque no había sido posible contenerlos. Entonces todos huyeron de allí; quién se interna en la arboleda, quién tras alguna peña, porque no hubo lugar para hacer otra cosa.
Por la tarde, cuando los perseguidores se retiraron, fue recogido el venerable cadáver. En la opinión de todos sus cristeros aquel hombre era un santo: hombre sin miedo y sin tacha, fue un ciudadano ilustre, hijo, hermano, esposo y padre sin igual; gloria y honra de la Patria, noble presea del laicato católico de México. 
No era sólo un soldado o jefe de armas, pues había sido designado, hacía algunos meses, por la L.N.D.L.R., jefe supremo civil en el Movimiento Nacional Libertador. El Sacerdote Capellán, don Octaviano Marín, en la capilla del vecino campamento del Vallecito, entonó ante su cadáver "el Te Deum": se trataba de la muerte de un héroe, de la victoria suprema de un cruzado de Cristo Rey.
Saldo del combate: por parte de los cristeros, la muerte del ilustre general Gutiérrez y la de un soldado raso. Por parte de los callistas, cincuenta y cinco muertos, entre ellos un coronel y tres oficiales. Finalizando el mes.

Continuará en la edición # 520 Y Termina Libro 7 Capitulo 4°






















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