viernes, 15 de febrero de 2013

Fallece Pbro José Flores Preciado golpeado en asalto

DESPEDIDA EMOTIVA AL PRESBÍTERO JOSÉ FLORES PRECIADO

El pasado Viernes 8 de Febrero de 2013, en medio de abrazos, sollozos entrecortados, llanto de sus familiares y amigos, el presbítero José Flores Preciado, emprendió el camino hacia su última morada. Sus familiares dispusieron que el padre José, reposara en el cementerio “Morada de la Paz”, se fue acompañado del cariño de sus más cercanos familiares, amigos y fieles de su congregación.
A las 10:18 de la mañana, el féretro que contenía sus restos mortales empezó a moverse, empujado por dos empleados de la Casa Funeral La Guadalupana, iba lentamente, como no queriendo abandonar la capilla ardiente que se había instalado en la parroquia de San José.  “¿Por qué tuvieron que matarlo?”, se preguntaba una señora que decía fue su vecina de muchos años, “si lo que querían era robarlo, lo hubieran hecho, pero no lo hubieran matado tan feo”, decía la misma señora, quien en medio del llanto, se recargaba sobre el regazo de uno de sus hijos, los dos lloraban. 
El triste tañido de las campanas, hacían más conmovedor el momento, marcaban el principio del fin, y así a las 10:26, la carroza empezó a moverse, lenta, muy lentamente.
Todos habían sido testigos mudos de la concelebración que encabezó el obispo de la Diócesis de Colima, monseñor José Luis Amezcua Melgoza, junto con el párroco de San José, el presbítero Héctor Manuel Delgado Castillo, también estuvo el rector de la Basílica Menor de Colima (la Catedral), el presbítero Jesús Mendoza Preciado y un sacerdote más. La última misa que escuchó (si es que pueden hacerlo) el padre José, fue muy emotiva, el templo fue insuficiente, estaba abarrotado, hubo gente que se quedó fuera, tres filas de cada lado, fueron apartadas para la familia Flores Preciado. Diáconos, religiosas, seminaristas, misioneros, laicos, pueblo en general, llenó el templo, todos querían estar en el último momento con el sacerdote asesinado. Vino el sermón donde el obispo José Luis Amezcua, lamentó el cobarde asesinato y alzaba la voz para decir que este hecho no debía haber sucedido “porque eso no es lo que quiere Dios, lo que nuestro señor quiere, es la vida, que vivamos en paz”, decía y sus palabras calaban hondo. En medio de ese maremágnum, tal vez por haber sido la instrucción, trataba de pasar desapercibida la procuradora de Justicia del Estado, Yolanda Verduzco Guzmán, fue la única funcionaria que acudió. No había alcaldes, ni diputados, ni delegados, ni secretarios, ni el gobernador, ni voluntariados, todo era pueblo. Los seminaristas apoyaban “cantando” la misa, lo hacían en latín, como un homenaje a quien hasta este martes fue su maestro de la materia de latín, la cual esta semana la iba a traspasar a quien lo sustituiría.
Fue un momento emotivo, y mientras el obispo bañaba de agua bendita el féretro que contenía los restos del padre José, y a las 9:05 el obispo Amezcua Melgoza, le colocó sobre su cabeza la Mitra (es la Toca alta y apuntada con que en las grandes solemnidades se cubren la cabeza los arzobispos, obispos y algunas otras personas eclesiásticas que tienen este privilegio) e impartió la bendición a los fieles que abarrotaban el templo. Una vez que culminó la concelebración eucarística, el obispo de la Diócesis, anunció que en virtud de que aún faltaban por arribar al lugar algunos familiares del padre José, éste se seguiría velando una hora más, por lo que se retirarían los sacerdotes, pero el cuerpo se mantendría en la capilla ardiente, para que se quedaran los que así lo dispusieran. Luego de este anuncio, cinco seminaristas o diáconos, vestidos completamente de blanco, dos adelante, dos atrás y uno en medio portando lo que se conoce como la Cruz Procesional, la cual va montada sobre la pértiga, se enfilaron por el pasillo central hacia la salida del templo y atrás de ellos iba la procesión de los presbíteros que acompañaron en esta concelebración a su compañero caído, el padre José Flores. Y llegó el momento…, el féretro comenzó a moverse lenta, muy lentamente… el tañir de las campanas llamaban a duelo… despedían al padre José. Que Dios lo tenga en su santa gloria. 
Descanse en paz.



 


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